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Centinelas de la luz


Siguiendo el ritmo de los vientos del sur nos acercamos a las construcciones más majestuosas de la costa de Cádiz, los faros

Desde los fenicios y cartagineses los faros han sido indispensables. El fuego en sus torreones proveía de seguridad a las ciudades, pero también alentaban al marinero. Mantenían viva la esperanza de las mujeres que esperaban a que sus maridos volvieran de la guerra, y alimentaba la fuerza de aquellos que luchaban en el otro lado. La luz que desprendían significaba fuerza, pasión, recuerdos… Aquellos mares estaban siendo vigilados en la inmensidad, como si de un ente poderoso se tratase. Un ser superior que desde lo más alto prestaba protección a quién lo necesitaba.

Cádiz, tierra de historia

Andalucía es tierra de contrastes, de tradiciones arraigadas donde el vino, el flamenco y el arte de su gente predomina. Qué decir de la provincia de Cádiz, uno de los principales bastiones de esta tierra de ensueño. Sin embargo, Cádiz tiene mucho más que unas costas de arena fina y una gastronomía que atrapa. Sus paisajes dejan sin habla, su naturaleza y sus colores inundan de alegría.

Lugar de paso de numerosas civilizaciones que han ido dejando mella y haciendo un poco más especial a Cádiz. Encontramos una sierra blanca y peculiar mezclada con el verde del Pinsapar y el marrón de la tierra mojada y la madera, unas ciudades rodeadas de viñedos y bodegas donde el señorío se nota al adentrarse, en otras la importancia la tiene el mar y sus tradiciones pesqueras. Todos estos elementos hacen de Cádiz y sus pueblos una región polifacética, que enamora.

Una de las construcciones más imponentes de todas las épocas han sido los faros, los vigías del mar. Los protectores de las ciudades y las alarmas de protección ante cualquier peligro. El primero conocido se encuentra en Alejandría, una de las ciudades más esplendorosas de todos los tiempos.

Héroes del mar

Los faros nos guían el destino, nos muestran el camino. Alimentan nuestro hambre de aventura y nuestra sed de esperanza. Le dan un aire nostálgico a nuestras playas doradas en su soledad, la soledad del faro, como el de Isla Verde en Algeciras o el de Punta Paloma, derruído en su abandono.

La tacita de plata estaba protegida bajo la luz del faro militar que se encuentra en su fortaleza. Situada sobre un tómbolo unido a la ciudad por una lengua de arena, encontramos esta peculiar torre de color blanco y de metal, que parece tener la fórmula de la eterna juventud, permaneciendo siempre con la misma forma.

Luces de esperanza

Luis y Marga nos abren las puertas de su hogar, una casa un tanto peculiar: ellos son los fareros. Abren apresurados las verjas y pronto nos invitan a pasar las puertas de madera que hacen su hogar un poco más acogedor. Las paredes con azulejos brocados en colores verdes y rojos hacen el dibujo difuso y le da al hogar un aire exótico. A través de las ventanas se ve el mar, allí, alejado.

Justo en este paraje natural se encuentra el Faro de Trafalgar, entre dos playas de arena fina, unificando los municipios de Barbate y Los Caños.

Luis, el farero, trabaja en la cabina. Toca la maquinaria y acciona la rotación de los cristales que emiten una luz cristalina que según su posición se vuelve dorada o plateada. A veces se torna azul. Gira cada vez más rápido, como si de un tiovivo se tratase. Un tiovivo de luz. A través de estos cristales vemos la distorsión del mar y la playa. Nos lleva a un viaje sin salir de la cúpula.

El edificio, mágico en cuanto a su ubicación, se aposenta en el precipicio de rocas que separa ambas playas. Cuando la marea sube, este las separa para volver a juntarla cuando la mar descansa.

Fuentes consultadas

Luis y Marga

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